Justo un siglo después de que
estallara la 1ª Guerra Mundial, enciendes la radio,
la tele o el ordenador, y ves interrumpido tu cotidiana vida por una melodía. Un
virus que se transmite con sólo encender la radio, la TV o el ordenador. Entra por
tus oídos y colapsa todo tu sistema nervioso, para instalarse en tu cerebro y
embriagarte con sus ritmos a la espera da un nuevo hit. En la mayoría de los casos, el virus pasa desapercibido, e incluso es hasta saludable, pero en otras ocasiones puede ser
letal y convertir a seres humanos sanos en algo feroz y mordaz. Las ciudades
quedan a merced de artistas prefabricados. Los ejércitos de Believers o Directioners,
se rebelan contra los Katy-Cats o Little Mosnters por la supremacía del
planeta fan. Los mismos comandantes que antaño fueran compañeros de batalla, ahora se
atacan salvajemente entre sí con el único objetivo de lograr un número uno en
ventas.
Esto ya no es una
batalla como las de antaño, en la que el vencedor o el perdedor se decidía
sobre un escenario. Ahora las batallas se libran en Spotify, Twitter o Shazam, y el número de descargas, followers o retweets es el que decidirá tsu supervivencia a partir de ahora. Los infectados desbordan las redes sociales y atacan despiadada e incesantemente a la población, que permanece encerrada en sus casas con sus viejos discman a la espera de un sonido mejor. Se desconoce el origen del virus,
y el número de afectados aumenta de manera exponencial cada día, convirtiéndose
rápidamente en una pandemia mundial. Pero aquellos que aún permanecen inmunes se ponen al
frente de una búsqueda desesperada por todo el mundo de algún medio para
detener su incesante avance y se cuelan en nuestras filas del top25 de este año.